9. Los castillos

JUEVES 21. La sencillez y la exquisitez.

Itinerario: Le Bec-Hellouin-Hancourt-Castillo le Champ de Bataille-
Pernocta:  Area de Thiberville (49.13583, 0.45729)

Thiberville (49.13583, 0.45729),    19,30 horas. Un pueblecito que no tiene nada turístico pero en el que han decidido poner un par de plazas para autocaravanas y un poste de servicios. La “jetón”, en la “boulangerie”. El sitio es agradable ya que está en un rincón de un aparcamiento pero separado por un pequeño seto de vegetación. Detrás, hierba para poder sacar las sillitas aunque también se pueden poner en un lateral sobre el asfalto. Estábamos solos y creíamos que  así íbamos a seguir, pero en media hora han venido tres autocaravanas más que, pese a no haber sitio ya, se han ido acoplando sin mayores problemas. Y hablando de problemas....a la luz roja del depósito de residuales le ha dado por encenderse y si antes se ha apagado, ahora se ha quedado enganchada. Esperemos que la cosa se quede aquí y se apague por aburrimiento y no pase nadas más.

Y regreso a Le Bec Heoullin. La temperatura ha bajado considerablemente. Ya tenemos que dormir con las ventanas cerradas y una sabana. Nos hemos despedido de nuestra vecina bilbaina y nos hemos acercado al pueblo a la Abadía Benedictina.


Aunque está abierta y se puede pasear por dentro, un cartel anuncia visita guiada a las 10.30. Nosotros entramos y paseamos por el interior disfrutando de la paz y serenidad  que la soledad de las primeras horas de la mañana  nos regala. Tan solo otro turista perdido deambula por aquí.

Admiramos la torre de San Nicolás que se yergue solitaria y orgullosa, dominando los edificios monásticos.

Fundada alrededor del 1034 la Abadía de Bec se convirtió rápidamente en un importante centro del cristianismo. Al principio, los monjes han favorecido el nacimiento del pueblo para proporcionar mano de obra en las inmediaciones.


Pero tiene también una historia negra ya que en plena Guerra de los Cien años se comenzó una política de tierra quemada que destruyó el pueblo, por temor a los ataques devastadores de las tropas inglesas que no impidió que se apoderaran de ella. En la Revolución los edificios del monasterio se convirtieron en un cuartel de caballería. Ya en el siglo pasado los monjes se unieron a las monjas que construyeron un monasterio al lado.

Entramos en la sencilla iglesia y nos acercamos a lo que suponemos la tumba del Beato Hellouin. El río que da vida a la localidad, pasa por debajo de esta iglesia y atraviesa el monasterio. Nos acercamos a la tienda de cerámica que abre a las 10  pero con precios, a nuestro juicio, algo elevados, y salimos a ver este encantador pueblecito que tiene casitas de entramados de madera con sus balcones llenos de flores.


La calle que esta junto a la iglesia del pueblo  es toda una belleza, con sus casas de cuento y sus parterres de flores a las puertas. Pero no tiene más. 




Así que ponemos rumbo a Hancourt atravesando pastos verdes, y granjas con hermosas casas de entramado. En poco tiempo llegamos a este castillo, que en realidad es un arboretum. Dejamos la autocaravana protegida debajo de unos frondosos árboles que nos darán sombra mientras comamos porque pensamos pasar la mañana aquí.

Y el lugar resulta delicioso. Hemos estado en algún arboretum más antes que en este, en concreto recuerdo uno en Polonia, pero este es precioso. Enormes, a veces gigantescos árboles se asoman en nuestro paseo que transcurre por caminos que las cortacesped han ido abriendo entre las altas hierbas.

Fundado en el siglo XIX por la academia de agricultura de Francia, el Arboretum de Harcourt, "Jardin Remarquable", alberga en sus 11 hectáreas una colección botánica excepcional de más de 500 especies de árboles y arbustos originarios de diferentes continentes, algunos de más de 200 años, entre ellos ejemplares notables y majestuosos, como cedros del Líbano, hayas tortuosas, ginkgos biloba, sequoias y tuyas gigantes.


Contemplamos árboles de muchas especies, perfectamente identificados, grandes, pequeños, altos....y nos llama la atención que en una parte de este arboretum han dispuesto entre los árboles algunos juegos infantiles hechos con madera. Desde  un tangram gigante, a zancos o  juegos de construcción. Una delicia para los niños.

Y llegamos a otra parte sembrada de sillas viejas pintadas de colores, sillas en las que en el asiento han puesto un saco de arpillera que han llenado de tierra y plantado flores. Y mariposas, hay muchas y un grupo de niños se afana con sus cazamariposas en cogerlas. Cuando lo hacen se la llevan a un adulto que con un libro las identifica. Entonces proceden a soltarla en medio de una fiesta.

Dejamos atrás a este grupo de niños y nos adentramos en una parte solitaria y densa de este arboretum. Enormes hayas y robles, elevan su tronco hacia el cielo buscando la luz. Angel recoge distintas clases de piñas y otros frutos o semillas.











Frente a nosotros y en el corazón de la finca se abre ahora una inmensa explanada tapizada de verde y en medio se eleva una pequeña fortaleza medieval  rodeada por un doble foso, reminiscencia de su época medieval,  su muralla y unas torres que flanquean la fachada occidental.  Es el castillo de Harcourt, edificado a finales del siglo XII por un compañero de Ricardo Corazón de León y remodelado en los siglos XIV y XVII. E


La bordeamos hasta donde podemos y dejamos al grupo de niños comiendo con varios adultos para entrar en otra parte de este arboretum donde entre otras especies como sequoyas gigantes, nos sorprende una haya  y digo que sorprende porque desde el exterior tan solo vemos el número marcado y una especie de sombrero formado por una enredadera.






Pero cuando nos acercamos una senda atraviesa las ramas y hojas del haya depositándonos en el interior donde un espacio vacío se abre con dos troncos retorcidos  en el centro alrededor de los que caen las ramas a modo de cascada cerrando completamente este espacio excepto por la entrada. Nos deja estupefactos. Nunca habíamos visto nada similar.


Cerca de las 13 dejamos este singular lugar para comer, descansar brevemente y dirigirnos al castillo de champ de bataille. Abre a las 14,30h y los 24 eurazos que nos va a costar nos obligan a no perder minutos y a recorrerlo con tranquilidad.


Y llegamos a un castillo cuyo ambiente podría definirse como  “exclusivo”, “exquisito” “distinguido” o incluso “pijo”. La señora que vendía los tickets era poco más o menos que “peculiar”: peinaría ya cerca de los 60,  muy bronceada, elegantemente vestida y tocada con una gran pamela.  Yo no sé si desentonábamos nosotros en el ambiente, o era ella, porque los supuestos empleados iban conveniente y pulcramente uniformados, suponemos que para distinguirlos del/los propietarios.

Y lo primero que nos sorprende es que esta “distinguida señora” nos dice que no admiten pagos con tarjetas de crédito. 48 euros no es…y lo digo aunque desentone en este exclusivo ambiente que describo, “moco de pago” como para llevarlos en efectivo. Los segundo, que únicamente tienen audioguías en inglés y francés. Por este precio, hasta en mandarín podrían tenerlas. Y lo último, por ahora, es que en la entrada se quedan con nuestros ticktes, bueno, un trozo de papel con los importes que ni siguiera tienen la elegancia de ser bonitos o algo acordes con el exclusivo palacio que pretenden enseñar. 
 
(imagen extraida de internet)
Y empezareis a comprender y quienes me conozcan lo harán mejor, que comienzo a enojarme, enojo que se va incrementando cuando veo que no permiten hacer fotografías en el interior. ¡vaya!. Luego avisan de un sistema de videovigilancia. Me resigno a portarme bien.

Al parecer y por lo que hemos leído, se trata de una de las “más bellas propiedades francesas del siglo XVIII con unos jardines igualmente magníficos que se extienden sobre 38 hectáreas”.

Pedimos audioguías yo en inglés y Angel en francés y hacemos....lo que podemos. En realidad, a parte de las cocinas y bodega, la parte noble son ocho estancias: biblioteca, iglesia, habitaciones, sala de juego, de relax...comedor, etc. Eso sí, dan mucho de sí ya que el mobiliario, la decoración, las pinturas, y todos los objetos son absolutamente exquisitos, del mejor barroco francés, de su época más espléndida, aunque como dice Angel: “lo encuentro…un poco recargado”.

Pero a mi juicio creo que el precio no se corresponde con lo que ofrecen y la publicidad que ellos mismos hacen me parece bastante exagerada. Hablan de, y cito textualmente,   “especie de viaje entre lo material y lo inmaterial, entre la interioridad y la exterioridad. Más que una visita, se trata de una experiencia más allá de la sensibilidad propuesta por este lugar excepcional”, y aún más. Según esto parece que uno va a ser transportado al lujo y abundancia de una época barroca caracterizada por la ostentación....y, a mi juicio, no es para tanto. O quizás el hecho de que no dispusiéramos de una información más completa me hace emitir este juicio de valor. Pero cada uno debe juzgarlo y solo se puede hacer si se visita y además, se dispone de más información. Eso sí: sigo diciendo que los franceses son únicos para vender lo que sea.


Dejamos el interior para recorrer los jardines. Una preciosidad. Hay un gran espacio central con parterres y estanques, el último de ellos de gran tamaño que permite tener barcas para remar,  y en los laterales varios tipos de jardines, templetes, etc.

Pero observamos muchas partes cerradas además de tener también fuentes no operativas. Otra sorpresa que se sumó a las anteriores. Me quejé de su roñosería porque por lo que cobran bien podrían tener corriendo todas las fuentes y todos los jardines abiertos, sobre todo, porque dudamos que paguen sus impuestos correspondientes, dado que tratan de no dejar ningún “testigo” de las visitas, ni en forma de pago a través de un banco, ni con tickets o entradas impresas, ni nada parecido.

Pero Angel al que se le he contagiado mi enfado,  al salir pide una factura y la “dama bronceada de la pamela” no sé sin con descaro, o con ignorancia, -mis años me han enseñado que el dinero muchas veces es inversamente proporcional a la cultura- nos entrega un  “elegante” cacho de papel con el sello del castillo, sin N.I.F., ni nada que pudiera dar oficialidad al documento. Vamos,  una mina de oro.

Son tan solo las 16,30 pero hemos dado por terminado el día. Anulamos la vista prevista a Bernay para hoy. Con el tiempo del que disponemos no lo haríamos con tranquilidad, así que decidimos dejarla para mañana y resolver ahora el tema de la pernocta y el cambio de aguas.

Y aquí estamos, casi una hora después, con el chivato de grises sin parar de parpadear y después de habernos desviado a un Supermarché para buscar unos salmones ahumados con especias que compramos hace un par de días y que nos gustaron mucho. Pero, no los encontramos, aunque siempre cae alguna sidra dulce, -que nos ha gustado, aunque me fastidie decirlo, más que la española - ,  y algún que otro vino francés y queso. La temperatura no nos permite estar fuera así que nos hemos trasladado al interior donde Tula dormita y Angel hace sus cuentas. Tenemos una pizzeria al lado donde nos permiten llevarnosla así que seguro que lo haremos.

22 VIERNES. Deliciosa sorpresa

Itinerario: Thiberville-Bernay-Beaumesnil-Saint Denis Sur Sarthon
Pernocta: Saint Denis Sur Sarthon  (48.45764; -0.04827)

A la tercera va la vencida. Y es que hemos peregrinado de área en área hasta llegar a Saint Denis Sur Sarthon  (48.45764; -0.04827) sitio delicioso junto a un pequeño estanque, nosotros debajo de un gran roble, cobijados a su sombra. Las cuatro autocaravanas restantes están al sol, pero es un sitio muy tranquilo. Es solo aparcamiento, pero suficiente y más sobre todo visto lo visto


Antes hemos ido a Tanville, en una glorieta en medio de la nada en un bosque junto a un tanque Sherman. El sitio era guapo, pero estábamos solos y al lado de la carretera. La opción era esperar a ver si recibíamos compañía y si no regresar a la anterior, a  Medavi; pero  el area de Medavi  era un desolado aparcamiento de asfalto sin ningún atractivo. Si en Tanville nos quedábamos solos no íbamos a estar tranquilos. Además, al estar junto a la carretera, cualquier ruido inusual, cualquier coche que parara, iba a alterar nuestro descanso, así que hemos buscado este, a otros 15 km más de nuestro destino de mañana, Mortree, y son ya casi 30km que tenemos que hacer de vuelta, pero bien los vale disfrutar de un descanso placentero y tranquilo.

Hoy me han tocado menos horas de sueño. Me he despertado a las 5 y he estado en vela hasta más de las 6,30. Luego ya a las 7,30 me he vuelto a despertar y no me he dormido. Hemos cargado agua en el punto y....la luz roja de las grises desapareció por la noche. O se ha arreglado solo o se ha fundido, pero no podemos hacer nada. No parece que haya ocurrido nada más.

Hemos partido como teníamos previsto rumbo a  Bernay y aparcado a la entrada del pueblo.


Enseguida topamos con calles cuajadas de casas de entramado que conservan aún su aspecto medieval. Quizás no resultan tan bellas como en otros sitios porque no son homogéneas, es decir, no son grupos continuos y nos hemos acostumbrado a esta homogeneidad que resulta elegante.

La ciudad está atravesada por dos ríos que jugaron un papel importante en la vida industrial de la ciudad durante el siglo XIX. Muchas casas tenían una lavandería especial todavía bien conservada en la actualidad.

Nos hemos dirigido a la Abadía de Notre Dame y la hemos encontrado cerrada así que de allí a la cercana iglesia de la Santa Cruz, disfrutando en nuestro paseo de algún que otro grupo de casas de entramado que salpicaban aquí y allá.


Una vez allí se celebraba un funeral. Así que desde la parte trasera contemplamos las vidrieras que es lo que nos llama más la atención.

De regreso pido un plano en la oficina de turismo y  pregunto si junto a la basílica de Notre Dame de la Costura, a donde pensábamos dirigirnos después, había un buen aparcamiento ya que dista bastante de donde estábamos. La joven que nos atiende dice hablar español, aunque bastante precario. Hago uso de la poca paciencia que suelo tener y la dejo expresarse. Después de confirmarlo nos dirigimos para allá, pero cuando llegamos, también la encontramos cerrada. Nos sorprende que para entrar a ella, hay que atravesar parte de un cementerio.


Algo decepcionados y reflexionando sobre el tiempo que perdemos en intentar llegar a estos sitios recónditos que luego no tienen nada de interés o que encontramos cerrados, ponemos rumbo a Beaumesnil, a su castillo a donde llegamos sin problemas.

Un pequeño aparcamiento al sol. Angel a la defensiva por la visita al castillo del campo de batalla,  dice que tiene que ver si visitarlo le interesa o no. Y vemos que el precio es razonable, 8,5 euros y desde el exterior se ve un elegante edificio, pequeño, coqueto, sencillo.

Preguntamos si puede entrar Tula y nos dice que dentro del castillo, como es pequeño debería ir  en brazos pero que luego por los jardines no hay ningún  problema. Así que decidimos dejarla dentro de la autocaravana  y regresar luego a buscarla.

Y como en todos, pedimos una guía en castellano y compungida nos dice que no tienen. Me quejo cariñosamente y me dice que hasta el año pasado solo lo tenían en francés y  que han conseguido traducirlo al inglés, alemán y ruso, pero español....que es difícil –curioso que resulte más difícil que en ruso- y no saben como hacerlo. La sugiero entonces que entre en contacto con el Instituto Cervantes a ver si les pueden echar una mano. Ignoro  como funcionan, pero por preguntar que no quede y a ver si el siguiente que lo visite no tiene los problemas que tenemos nosotros.
 
Entramos al recinto y nos llama la atención la sencillez de su construcción, pero también su elegancia. Está considerado  como el Versalles normando, fue edificado en el siglo XVII, y constituye un extraordinario testimonio del estilo barroco Luis XIII. A nuestros ojos se abre un espléndido edificio de ladrillo y piedra adornado con elementos esculpidos y rodeado de fosos que ahora es un lago.

Pero sobre todo nuestros ojos se detienen en  una especie de masa verde  protuberante que aparece a la derecha del palacio anexo a éste. Leemos que son los restos de la torre del castillo primitivo cubiertos ahora de vegetación y que ahora es  un laberinto de boj.

El interior del palacio consta de la planta baja, con la cocina, encantadora, que conserva  sus utensilios, la pila, pozo y una gran chimenea. Es uno de los castillos más pequeños de Francia. En la primera planta encontramos  una preciosa y gran biblioteca, un comedor,  con un curioso balcón para el servicio, una habitación y otra pequeña sala de descanso.

La biblioteca  fue construida por un financiero judío-alemán huido de la Alemania nazi en 1938 quien compró  el castillo y se trasladó con una colección de 16.000 libros algunos de ellos de los siglos XVII y XVIII. A medida que la invasión de Francia se acercaba, se trasladaron también archivos valiosos de la Biblioteca Nacional, los archivos privados del rey belga, los de Rouen y los de Francia para su custodia. Durante la guerra, se perdió parte de la colección aunque el resto fue devuelto al castillo y se pudo reconstruir aunque en los últimos años se vendió parte empobreciéndose esta.

Arriba aparecen otras estancias mas sencillas que las del piso inferior pero todas tienen un exquisito mobiliario y lucen una elegante decoración, no tan pomposa como la del castillo de campo de batalla,  pero si encantadora.  En el siglo XVIII se añadieron alas a ambos extremos norte y sur del castillo.


Salimos  a buscar a Tula y durante más de una hora paseamos por los jardines, que se extienden a lo largo de 80 hectáreas y que fueron diseñados por un ayudante del que diseñó Versalles.  Aquí  descubrimos la heladería, la lavandería y nos introdujimos en su bosque donde abundaban las hayas, los robles y algún que otro castaño.  

Luego salimos al gran espacio central carente de arbolado y presidido por un enorme estanque cuajado de nenúfares y que nos regala la imagen especular del castillo. Y muy poca gente, y tranquilidad. No está tan cuidado como el que visitamos ayer, pero esto mismo le da a nuestro juicio un mayor encanto.

Lo rodeamos por su derecha, por jardines con parterres cultivados, para dejarlo con una sensación de haberlo disfrutado y de haber pagado un precio justo. Y así se lo hacemos saber en la entrada.








Aprovechamos el espacio plano del aparcamiento para comer y descansar, ya a las tres menos cuarto y ponemos rumbo a donde estamos ahora llegando a las 7, cuando pretendíamos haberlo hecho una hora antes. Angel dice que está ya cansado.


Aquí hemos echado una corta partida de petanca aprovechando un espacio destinado a ello y ahora a las 20,30 horas, nos preparemos para cenar echando un vistazo antes a lo que abordaremos mañana. El domingo comenzamos el regreso.

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