DOMINGO 16. BLANCOS ACANTILADOS DE ALABASTRO
Recorrido: Honfleur-Fecamp-Yport-Etretat
Pernocta: Area de Etretat (49.700288; 0.215869)
Confirmado: lo
mejor que se puede hacer en Francia cuando llega un fin de semana tan espléndido
como este y posiblemente largo para
ellos, es invernar. Gente, gente y más
gente.
Hemos dejado
el área alrededor de las 10h. Nos hemos despedido de nuestros vecinos franceses
y puesto rumbo a Fecamp a un
aparcamiento cerca del puerto y en el que había sitio de sobra, claro, que
tampoco era muy atractivo y ya sabemos que los franceses son muy exquisitos.
Hemos decidido visitar el Palacio Benedictino, ya que nuestro vecino de
Honfleur que era de allí nos lo había aconsejado, desechando la catedral.
Y realmente el
palacio es espléndido, merece la pena. De Abadía tiene poco porque todas las
dependencias tienen el lujo de un palacio. Hemos visitado algunas para luego entrar
en la destilería del famoso licor
benedictino, exportado a todo el mundo y del que guardo recuerdos brevísimos,
como flashes.
En el siglo XIX
un negociante vinos y coleccionista de arte, encuentra un libro de magia
anterior a la Revolución francesa. Junto a otras recetas, aparece la más
enigmática, la del elixir de Don Bernardo Vincelli, un benedictino veneciano
del Renacimiento, que vivió en la Abadía de Fécamp. Pacientemente, descifra la
preciosa fórmula que reúne la mirra, el enebro y el azafrán con la cáscara de
limón. ...
Las infusiones
y las destilaciones de las especias se realiza en grandes alambiques de cobre.
Las bodegas guardan las distintas mezclas y alcoholatos que envejecen y reposan
en grandes cubas que visitamos finalizando la visita guiada, (en perfecto
francés por lo que no entendemos nada), solo que el proceso para elaborar el
famoso licor benedictino es bastante laborioso mezclando 27 plantas y especies como cardamomo, nuez
moscada, angélica, cilantro, clavo, mirra, canela.
Fuera de las
bodegas, una exposición de fotografías en blanco y negro consigue atraparnos.
Tiene una belleza especial. Son muy expresivas, algunas grotescas, divertidas,
extravagantes o extrañas...pero todas tienen un denominador común: son
bellísimas y muy expresivas.
Curioso un
alcoholímetro que hay en la misma sala de degustaciones que invita a que midas
tu grado de alcolemia antes de salir.
De aquí a la
playa. Nos asomamos por primera vez a la costa del alabastro y contemplamos los
acantilados blancos que la dan nombre. Nuestro camino de regreso esta jalonado
de restaurantes que a este hora están plagados de franceses que disfrutan de su
comida a la sombra porque el sol es de justicia aunque corre un airecillo fresco que alivia. Y
regresamos a la autocaravana.
Decidimos ir a
Yport a comer ya que leemos que es
un puertecillo agradable y acogedor, pero cuando llegamos somos incapaces de
encontrar un sitio donde aparcar así que nos vamos de allí con rumbo ya a Etretat.
Pensamos en
retirarnos a unos cuantos kilómetros y volver al caer la tarde, cuando los
franceses hayan regresado a sus casas, pero sin querer encontramos un área de
autocaravanas, a 8 euros. Hay plazas así que aunque parece distar 1,5 km de la playa,
decidimos quedarnos. Como pudimos comprobar después, fue una estupenda decisión
ya que a nuestro regreso, a las 19,30, no quedaba ningún hueco.
Está junto al
camping (49.700288; 0.215869) y es un
sitio agradable aunque el espacio es justito para la autocaravana y un par de sillas y la mesa. Comemos y
tratamos de descansar, y digo tratamos porque un holandés que acaba de llegar se pasa todo el rato de la siesta abriendo y
cerrando la bodega del garaje con su culo prácticamente metido en nuestra
puerta, y todo después de que haya puesto todo tipo de artilugios raros a su trasto,
desde unas mosquiteras tipo bolsas para las ventanas de conductor –que intentaré
reproducir para nuestra autocaravana- y copiloto, hasta una suspensión que
levanta las rueda delantera izquierda hasta dejarla en el aire para nivelar la
autocaravana.
A las 15,30
decidimos acercarnos al pueblo. El kilómetro y medio que nos separa de él se nos hace corto. Corre una brisa fresca.
Cuando llegamos vemos que el casco está cuajado de gente. Es una locura.
Sorteamos gente por las calles que hoy son peatonales y en las que se alzan
bonitas casas de entramado.
Llegamos a una
plaza donde hay lo que parece un granero o almacén cuyo exterior e interior es
de madera y en el que ahora hay tiendas,
para llegar luego a una playa que se abre al mar ante nosotros.
Avanzamos hasta
el balcón para contemplar una playa llena de gente en un luminoso domingo y a nuestra izquierda avistamos el famoso
Falaise D’aval, blanco inmaculado,
destacando sobre un azul turquesa del mar.
Pero el sol
tiene una mala posición iluminándolo justo por detrás.
A nuestra derecha la ermita de Notre Dame de la Garde en la cima de un acantilado.
El contraste de los blancos acantilados con el color azul del mar y el celeste del cielo es una imagen preciosa.
Decidimos recorrer los caminos que nos dirigen a las
Falaise. Así ascendimos hacia la parte superior del acantilado dejando a nuestra izquierda un
campo de golf, hasta que conseguimos tener la falaise D’Aval iluminado por el
sol de la tarde.
La imagen
resulta espectacular. Toda una belleza. Los vivos azules contrastan con los
blancos acantilados gredosos de la Costa de
Alabastro. El mar está en calma, el sol lo llena todo iluminándolo y
dotándolo de vida. La caída es de vértigo. En algunos lugares alcanza una
altura de 120 metros .
En nuestro
recorrido oímos a unos españoles decir que esto es quizás más bonito que los
Clifs of Moher de Irlanda. Discrepo.
Sencillamente son completamente distintos, no pueden compararse En Irlanda
predomina el verde que lo llena todo. Aquí el blanco y el azul.
Pero hemos pasado calor para subir ya que el
aire de pronto se ha calmado y nos preocupaba Tula, así que cuando vemos que
una pareja daba agua a su perro, la pedimos
un poco para nuestra compañera.
Regresamos.
Recuerdo haber leído que cuando la marea está baja se puede pasar a través de
una cueva en la playa y contemplar el arco a pie de ésta, pero no nos sentimos
atraídos por la idea. También vemos que
hay excursiones en kayac de hora y media.
Ahora no. Ni hay tiempo, ni apetece y creo que mañana tampoco. Angel se siente
muy indiferente por la idea.
Decidimos
regresar con tranquilidad ahora disfrutando de los pocos que quedamos. Número
suficiente para que haya alegría en las calles, pero no para sentirnos agobiados.
El regreso tampoco se hace pesado.
Ducha
deliciosa y ahora a las 20,30horas
empezaremos con la cena. Hoy hemos visto dos autocaravanas españolas.
Ayer una en Honfleur. Pero en los días que llevamos de viaje no hemos visto
ninguna. No dejo de echar de menos oir
mi idioma.
LUNES 17. PAJA
Y MADERA
Recorrido:
Etretat-Pont Audemer-Vieux Port-Mailleraye
Pernocta: Area de
Mailleraye, (49.48444;
0.77333° )
Día muy relajado,
casi de descanso. Después de pelearnos con la máquina para poder salir del recinto del área, hemos querido subir a la ermita de Notre Dame
de la Garde para desde allí
disfrutar de la vista de estos
acantilados desde otro ángulo. Pero tenemos que renunciar a ello ya que una
señal de circulación prohibida para autocaravanas nos lo impide.
En Pont
Audemer hay mercadillo así que los aparcamientos que teníamos localizados no
son posibles. Después de dar una vuelta lo dejamos junto al rio y nos
internamos por la calle principal, la avenida de la república donde los puestos
están recogiendo ahora.
Encontramos la
iglesia cerrada por restauración y la
avenida principal perdía encanto con los esqueletos de los puestecillos a medio
desinstalar. Nos perdimos por alguna de sus callejuelas perpendiculares pero no
encontramos nada más de particular interés, así que dudando de si nos dejábamos
algo en esta preciosa localidad a parte de estos rincones descritos, pusimos
rumbo para iniciar la ruta de las chaumieres a lo largo del Sena y donde
encontraremos casitas con el tejado de paja.
Y llegamos a Vieux
Port, a un prado verde, con la hierba cortada y abierto al Sena. Son las 14
horas. Decidimos quedarnos a comer, bueno a comer y a más. Sacamos el toldo
para protegernos de este sol y nos orientamos para que su sombra nos cobijara. Hace
mucho calor pero corre un airecillo delicioso. El silencio es casi completo y se oye volar a las moscas. Tan solo hay dos
autocaravanas más cuyos propietarios se han escondido a la sombra de los arboles
cercanos.
Después de
comer decidimos descansar allí y es tal la paz que nos envuelve que dejamos
pasar las horas sin mover un dedo. Y eso que ninguno de los dos conseguimos dar
una cabezacita, pero da igual. Sentimos tal serenidad y paz, el lugar es tan
encantador, que no queremos movernos de allí. Mi amiga Manu hubiera dicho que
nos entró la “pájara”.
Ni siguiera
nos asomamos al Sena que enorme corre a escasos metros de nosotros pero que un
muro de cemento nos impide ver. Y es que
después de un puente tan delirante, de tanta gente por todos los sitios desde
Longues Sur Mer la noche del 14 de julio,
no habíamos tenido esta tranquilidad.
Deauville,
lleno de gente por todos los lados, Honfleur, la guinda que colma esta avalancha
humana, Etretat, Yport....gente, gente y más gente. Esto ha sido como un
salvavidas psicológico, una isla de paz. No tenemos prisa, cuando llegue el día
de volver, volvemos y lo que nos quede por visitar, ya lo visitaremos otra vez.
No estamos lejos y siempre podemos regresar. Y sentados los dos allí,
disfrutando de este remanso de paz pensábamos en que teníamos que atacar
Rouen...y se me ponían los pelos como escarpias. Es que no me apetece,
pero…¿cómo no lo voy a visitar?
Decidimos
movernos unos kilómetros adelante a Mailleraye, al sur del curso del Sena en
busca de un lugar donde pasar la noche (49.48444; 0.77333° ). Los
otros lugares que tengo señalados están al norte por lo que tenemos que cruzar
el Sena en el Pont de Brotogne a unos 8 km al norte de donde estamos ahora.
Nos ha costado
movernos pero hemos pensado que si el sitio no nos gustara podemos siempre
regresar aquí. Pero el que encontramos nos gusta y cuando llegamos tan solo
quedan dos huecos. Cinco minutos después, ninguno, y eso que es lunes. Sigue
haciendo calor, aunque aquí corre una brisilla agradable. Supongo que esta
temperatura no es muy normal en estas latitudes.
Tenemos el Sena
frente a nosotros que discurre apaciblemente. Aquí sí que se ve aunque tenemos
una fila de autocaravanas delante, la mayoría de ellas británicas, que son los
que disfrutan realmente de este majestuoso río. El sitio es muy tranquilo pese
a estar completo.
Y mientras
damos un paseo vemos que sale la luna
que ilumina este inmenso y tranquilo Sena. Llega la hora de domir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario