3. Del gris al dorado.

DOMINGO 10. TOCANDO  NUESTRO TECHO NORTE.

Recorrido: area en Agon Coutainville-Coutances-Castillo de Gratot-Lessay-Vauville-Nez Joubourg
Pernocta: Auderville,( 49.7143° -1.93493°)

Pues tenía “tres reyes  pito” y me “he dado mus”. Pero me han vuelto a salir, o en el peor de los casos, he reunido “dos reyes-caballo-pito”. Eso es lo que ha dicho Angel cuando he desechado quedarnos en el aparcamiento de la Nez de Joubourg, en lo alto de un acantilado junto a un faro y en un cabo con unas espectaculares vistas en terreno herboso. Ventoso, pero bueno.  Pero no me gustaba demasiado ya que  una pared de arbustos me impedían ver el mar desde dentro de la autocaravana –me he vuelto algo “exquisita”-  . Me arriesgué.  En Auderville, a tan solo 4 km de aquí, tenía dos aparcamientos más y pese a que Angel quería haberse quedado  yo decidí arriesgar.

Y aquí estamos en un aparcamiento en Auderville,( 49.7143° -1.93493° )tranquilo, y con el faro de Goury que se yergue en medio del mar frente a  nosotros. Una preciosa vista. Al sol le queda una hora para ponerse y posiblemente lo haga justo detrás de él.

Desde la Nez hemos descendido por una estrecha carretera hasta el primer aparcamiento que estaba en la misma vía e inclinado por lo que pernoctar no era posible. Angel ha dicho que él no decía nada y yo, entre la opción de regresar al faro o ir a este lugar en que finalmente nos encontramos, he elegido esta última opción. Arriesgué de nuevo.

Regreso al 11. Noche tranquila, fresca, estupenda. He dormido de un tirón desde las 10,30 hasta las 6. Luego he vuelto a retomar el sueño  hora y media más. 

Pero el día amanece gris. Y es que estamos, donde estamos. Ahora me acabo de dar cuenta de que se está jugando la final de la eurocopa entre Francia y Portugal. Y es que vemos banderas  por todos los sitios, algunos coches los hemos visto medio tuneados, pero lo que nos ha resultado más sorprendente es la imaginación y trabajo que han echado para recibir el tour  que recientemente ha pasado por aquí.  Hemos visto bicicletas viejas colgadas de postes, puestas por todos sitios, monigotes enormes hechos con balas de paja, vacas gigantescas montadas en bicicleta...en fin, todo a lo largo del recorrido.

Pero me centro. Hemos cargado agua y partido pronto hacia Coutances, a su catedral, ejemplo de gótico normando del siglo XIII. Domingo alrededor de las 10h. Ni un alma así que hemos aparcado a 100 metros escasos de la catedral que es espectacular.

Enormes agujas grisáceas se elevan en torres rozando casi el cielo y es aquí donde más se aprecia el estilo de la región, en las líneas verticales que vertiginosamente y sin ornamentos  que elevan. Leo que en su fachada se mantiene aún la estructura románica de la catedral del siglo XI.


En su interior destacan las vidrieras del XIII y una soberbia torre-linterna, obra maestra del gótico.  El altar mayor es del siglo XVIII y es uno de los más grandes de Francia. Ha sido ampliada en varias ocasiones.  Es elegante, esbelta. Paseamos por sus naves laterales y el silencio es tan solo roto por los cánticos de un grupo de jóvenes de un coro que ensaya. Preciosas voces, marco incomparable. Lástima que repitan una y otra vez lo mismo, en vez de continuar.

Dejamos esa ciudad para dirigirnos ahora al castillo de Gratot que encontramos sin mayores problemas (49.066897; -1.491033). Bueno...es un decir porque de los tres navegadores que llevamos, los tres buscaban la señal del satélite y ninguno la encontraba. Al final lo hacen los tres a la vez. Pero la tableta  pequeña que debe ser el navegador principal está dándonos muchos problemas. Y digo que la voy a tirar por la ventana. Me tengo que auxiliar con la  grande heredada de mi pobre padre. Es curioso como siguen presentes siempre, y no solo en nuestro recuerdo.

En pocos kilómetros llegamos a Gratot. El aparcamiento está casi vacío y sigue sin abrir el día.  Un sendero nos conduce a este castillo medieval  cuya silueta gris de  elegante y sobria arquitectura, con torres circulares se recorta y resalta sobre el plomizo cielo.
 


Es un conjunto excepcional que data de los siglos XIII y XVIII por el que han pasado dieciséis generaciones de señores. Ha sido construido, reconstruido, ampliado, convertido en rica residencia de placer y totalmente abandonado a principios del siglo pasado. Es en 1968 cuando un grupo de voluntarios, al que nosotros añadiríamos “con dinero” lleva a cabo su restauración rescatándole del olvido.. 

Un  hermoso foso rodea este castillo que se cruza por un puente de piedra  que da acceso a la entrada principal y por otro pequeño en su parte posterior. El lugar es muy sugerente y romántico  y el hecho de realizar la visita prácticamente en solitario y en un día algo gris, añade un mayor romanticismo a este lugar tan peculiar.



Ahora el destino es Lessay, su abadia ( 49.220046; -1-531833), destruida y reconstruida a lo largo de casi 1000 años.






De nuevo, damos vueltas tratando de encontrar la entrada que habíamos tenido de frente nada más llegar, pero…nos faltó empujar su cerrada puerta.

Es un ejemplo de supervivencia y perseverancia ya que ha sido varias veces devastada aunque siempre parece resurgir de sus cenizas, la última durante los bombardeos de la guerra y minada por los alemanes. Tras doce años de obras la abadía recupera su aspecto actual.

Su interior es también elegante, como todo lo francés y su exterior tiene una apariencia sólida, pero sin perder su singularidad y elegancia.






Ahora ya ponemos rumbo a la costa, hacia el norte, a Vauville, a su jardín botánico ( 49.634186; -1.845908). El color plomizo del cielo sigue acompañando nuestro desplazamiento.

Con  cuatro hectáreas que se extienden en torno a un palacete del XVIII, cuenta con más de 750 especies vegetales la mayoría de hoja perenne procedentes del hemisferio sur. 


Cuando llegamos son las13,30 y lo encontramos cerrado hasta las 14,00 horas, así que decidimos bajar a la cercana playa para comer y descansar. El día se ha vuelto desapacible, ventoso,  llueve  y de la chirimía se pasa a veces a chaparrones, como si en vez de estar en verano estuviéramos en primavera.

Pero  hay un momento en que la lluvia parece ceder y decidimos salir a pasear por la playa. A Tula no parece importarla el agua, y corre libre y dando brincos como loca. La lluvia aparece de nuevo y yo, que me he armado con mi paraguas, me veo obligada a usarlo. Pero a pesar de lo desapacible, tiene mucho encanto y belleza. Regresamos para visitar el jardín.

7 euros cada uno. No es barato. Angel dice que es prescindible, pero a mi me resultó agradable y curioso pese a que algunas especies no parecían estar bien clasificadas y el paseo es algo laberíntico ya que encontrar el orden que sugería el plano era difícil.  El perímetro del jardín está rodeado de un seto cortavientos para protegerlo de los constantes vientos que soplan en esta zona.


Sobresalen algunas especies raras, hermosas flores y a mi me tienen fascinada las hortensias. No solo aquí, si no por todos los sitios aparecen setos de estas plantas de todos los colores que van desde el blanco, al morado en varios tonos, pasando por el rosa. También hay especies distintas. En algunos rincones los setos son enormes alcanzando los dos metros de altura.  Las contemplo con envidia, mucha envidia. Siempre recuerdo las que tenía mi vecina Felisa, la leonesa, cuando yo era niña, en el corredor que daba al pasillo orientado al norte. Eran enormes y sanas. Me gustan las hortensias. Pero tengo que reconocer que el clima de Madrid no es el más adecuado y a mi me cuesta sacar adelante a una que tengo en un tiesto, algo arroñada y con hongos aunque por primera vez en años me ha dado más de una flor blanca..

Dejamos el jardín para  subir  por la costa oeste hasta donde estamos ahora. Las carreteras son más estrechas aunque no suele haber ningún problema ya que los franceses con su habitual cortesía ceden el paso sin problemas.


Nos acercamos a la Nez de Joubourg (49.678179; -1938323) y tenemos que dejar la auto a unos 300 metros del acantilado. Por un pequeño sendero protegido accedemos hasta el borde. Parece ser que hubo un faro hasta la 2ª guerra mundial en que fue destruido. Las vistas son hermosas e impresionantes y lo serían más de estar el día claro, aunque  parece que los nubarrones grises se van rindiendo según avanza la tarde.

En el aparcamiento herboso donde hemos estacionado la autocaravana, hay dos más. Es un aparcamiento autorizado, pero…no veo el mar. Hay un seto elevado que me lo impide así que el sitio no me gusta mucho y tomo la decisión de buscar otro ya que hay dos más cerca. Pero el primero resulta estar en medio de la carretera e inclinado, así que después de descender por una carretera muy estrecha solo me queda o regresar o intentar el tercero.

Ponemos rumbo a donde estamos ahora, un descampado casi en medio de la nada pero con unas hermosas vistas al faro de Goury, en una isleta en medio del mar. 

Angel dice que  quiere acercarse más para fotografiar el faro, así que nos disponemos a dar un paseo de unos 2 km hasta llegar a  la playa y a un pequeño núcleo de casas. Yo estoy cansada, Tula también, pero como casi siempre, cedo, empujada por mi curiosidad ya que  no deseo perderme nada.  


Pero al margen de ver el faro un poco más de cerca, el sitio no tiene el menor interés, así que protestando por el frío y el cansancio, iniciamos el regreso.

Esperamos ahora la puesta de sol, que promete ser muy hermosa ya que el sol puede caer justo detrás de la silueta del faro. Me estoy durmiendo, pese a estar aporreando el teclado.

Creo que me voy a lavar los dientes y prepararlo todo así en cuanto llegue el ocaso, que lo hará sobre las 22,15h, como los pollos, me voy a la “pulguera”.  


Y la puesta de sol resultó de lo más  espectacular  que he visto, aunque el sol no se escondió exactamente detrás del faro. Los intensos colores ocres y dorados lo inundaron todo y la oscura silueta del faro se recortó sobre este mágico horizonte. Lástima que al final las nubes que parecían descansar sobre el mar me impidieran completar la paleta de colores cambiantes  que siguen a la desaparición de este astro.

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